Por diversos factores como la contaminación, la caza y, sobre todo, el calentamiento de la zona actúan negativamente, se derriten grandes cantidades de hielo y ello hace que el oso polar retroceda bastante en tierra firme antes de que pueda reponer sus reservas de grasa alimentándose de los cachorros marinos que viven en el hielo.
El calentamiento global hace que el casquete polar se derrita y por lo tanto su hábitat se reduce.
Las emisiones de CO2 también han contribuido al deterioro de los casquetes polares.
Entre los contaminantes de origen humano, que llegan a la región polar ártica a través del aire y el agua, se incluyen metales tóxicos como el mercurio, contaminantes organoclorados (OHCs) incluyendo organoclarinas y polibromodifenil èteres (PBDEs) y compuestos químicos perfluorinados (PFCs) empleados por la industria en fluidos aislantes como refrigerantes, espumas y electrónica, y agentes de control de plagas.
A menudo estos productos químicos se disuelven en grasa y acaban acumulados en el tejido graso de muchos animales que luego son devorados por máximo depredadores como el oso polar. Como resultado, estos osos se ven expuestos a niveles cada vez más concentrados de toxinas
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